La reciente vergonzosa escena en el recital de Los Piojos, protagonizada por un Comisario Mayor, quien no solo intentó sacar provecho de su cargo, sino que además agredió a trabajadores y se presentó acompañado de dos señoritas con atuendos provocativos, ha destapado la total falta de profesionalismo y ética de los altos mandos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Este escándalo es solo un reflejo de la incompetencia que campea en la institución.
La provincia está a merced de la delincuencia descontrolada, mientras los responsables se pasan el tiempo en disputas políticas y en designaciones de mandos a dedo. Los jefes policiales, elegidos por amiguismos y afinidades partidarias, no tienen el mínimo compromiso con la seguridad de los bonaerenses. Muchos de ellos, en lugar de centrarse en su deber, se dedicaron a celebrar el Día de la Lealtad Peronista, olvidando que su rol debería ser garantizar la seguridad de la ciudadanía.
La máxima responsabilidad de este desastre recae directamente en el Ministro de Seguridad, cuya gestión se reduce a su presencia en actos públicos, pero nunca se lo ve tomando decisiones ni mostrando interés real en la lucha contra el crimen, ni mucho menos en brindar soluciones efectivas ante las crecientes demandas de seguridad.
Además, la designación del Comisario Cristian Lerini como Superintendente de Policía Científica es una de las muestras más claras de la desidia y la falta de criterio para asignar cargos claves en la Policía.
Esta área, crucial para la recolección de pruebas que son fundamentales para las causas judiciales, está ahora a cargo de una persona que carece de las calificaciones necesarias, a pesar de que existen profesionales capacitados dentro de la misma fuerza. La consecuencia de esta irresponsabilidad se refleja en la creciente ola de crímenes impunes y en la incapacidad de la Policía para dar respuesta a las necesidades de la población.
El descalabro institucional es evidente y se refleja en los incidentes vergonzosos que se filman y las aterradoras estadísticas de criminalidad que afectan a todos los ciudadanos de la Provincia de Buenos Aires, quienes siguen pagando las consecuencias de un sistema de seguridad que se desmorona por la falta de liderazgo y profesionalismo.